El cuello de Goliat
(Filosofía menor y petisa, Ezequiel González, Ediciones del trinche, Rosario, 2020)
Por Alejandro Parada
Así como existe
la cintura cultural piamontesa entre el sur de Córdoba, Santa fe y Buenos
Aires, la capital posee su bufanda y lazo: casi la mitad de la población del
país habita el conurbano que asfixia la cabeza de Goliat. Allí, en esa
expulsión del campo al barrio, para que la pampa siga el rinde de los granos
exportables, la gran masa se piensa a sí misma en un corral alrededor de plaza,
intendencia, iglesia, escuela y funeraria. De ahí al margen y su margen. ¿Qué
noción aparece? Un nuevo infinito. En donde el autor grafica la decepción del
conocimiento, el ahogo por la sumisa educación, donde se tejen tanto la
reiteración del destino como la infamia del olvido. Más que irreverente,
González toma posición de combate: enuncia que el lenguaje es una apropiación
cuya sabiduría radica en pensar. Hacer el pensar, desbaratar la farsa.
Testimonio del
segundo decenio de este siglo, cada texto aborda de Nietzsche a Houellebecq, de
Kant a Borges, nadie queda a salvo porque la nave va, sigue su traza pensando. El
rastro es subvertir el orden. Si los enunciadores se adjudican un rol de dioses
carenciados, pero asertivos, desde el yuyo, rincón o esquina, hay un retruécano
que tala el bosque para perdurar el desierto. A qué vamos dijeron los ciegos
pintados por Brueghel, bien, a la muerte en carnaval dichoso. En el abismo está
la diferencia, cómo llegamos a él, con qué dignidad, con qué paz. Esta retórica
es resultado de la lectura. La filosofía menor es un ejercicio de resistencia,
como para bajarle el copete a esa plebe poderosa que se cree el centro
dominante. Una rebelión objetiva, humilde, que reniega de la pobreza, como de
la fe ciega: Troya o el primer barrio privado.
Perfil Cultura, 14 de febrero, 2021