Prólogo

 

A Carlos Cavallo me lo presenta Julio César Orselli, locutor de locutores célebre en Rosario, conductor por años del programa De 12 a 14. Por entonces él trabajaba haciendo imitaciones de imitadores de Sandro. Lo que constituía una novedad, al menos por entonces y en Rosario. Podía lograrlo por su finísimo oído, manejaba un arco de unas 15 imitaciones distintas. “Esta es la imitación del marido de Adriana Aguirre”, decía. Y arrancaba. “Esta es la imitación tipo Carlos Paz”… Incluso hacía imitaciones de imitaciones potenciales. Por ejemplo: “Este sería Sandro imitado por Litto Nebbia”… “Sandro imitado por Elvis”… “Este es Sandro imitado por Messi”. O más sofisticaciones: “Este es Sandro imitando la imitación de Juan Carlos Andrizzi” (notable y reconocido imitador suyo)… “Este es Sandro imitando mi imitación de su imitación de”… etc. Por entonces yo era escritor novicio y profesor adjunto de la facultad, pero mi verdadera vocación era ser cantautor y productor de espectáculos. Había apalabrado a Orselli para que animara como conductor mi debut, yo iba a lanzarme y presentar mi primer disco, La improductividad de gastar a la cultura, un disco doble cuyo primer lado estaba integrado por mis experimentaciones en los campos de la música concreta, aleatoria y electroacústica, noise-ladri, fluxus y contemporary-chabón, el segundo lado era la parte comercial, presentaba mis “no-études”, versionaba a Luis Miguel en clave lo-fi n’ art-rock. Me parecía una buena sociedad. Un tipo que hiciera esas retorcidas imitaciones como telonero en cierta forma encajaba en mi proyecto de free-serialismo popular, la “imitabilidad” elevada a la enésima potencia rococó y después mi grito emancipador de descontrol sónico e improvisación libre versión pastiche. Y puedo decir que fue él el que me persuadió de hacer una revistita literaria fotocopiada, una página web, un e-book, después 38 blogs y 4 editoriales independientes y finalmente 12 Facebooks y 11 cuentas en Twitter, mi Estado actual. No era el momento histórico para revolucionar una vez más la música y su palabra me ayudó a seguir con las letras, la carrera que mi madre tampoco había elegido para mí, Luciano García. Él la tenía bastante clara en eso: “El campo cultural –lo cito– tiene bacantes para un ejército de 500 a 700 nenes de papá y 5 o 6 lugares barbechos a ocupar por freaks, débiles mentales (art brut), átopos y psicopompos, todo esto con rindes tardíos… vamos juntos”.  Mis años en la Universidad me habían atrofiado el gusto, de manera que mi literatura por aquella época era un desastre impresentable y retardado. Él me dijo “Bueno, hagamos algo igual, de la piedra del tardo-vanguardismo provinciano saquemos aceite sojero”. Nació así La Massmédula, mi primer proyecto editorial para el cual convoqué como relleno a un par de operadores culturales de mi zona de influencia por todos ustedes conocidos, cuya fama presente y venidera es en gran proporción a mí debida. Carlos Cavallo no formó parte del elenco estable, su rol se limitó al acto de entrega de la tenencia de un CD con sus obras maestras, las que operaron como referencia, guía férrea, férula paterna, Ley, horizonte de sentido, hecho estético en sí, fiat lux neocanónico, et et, en todos nosotros. Luego vino lo que es por todos sabido: la fama, las groupies, los vernissages, la consagración, la integración al aparato canónico del sistema literario, los premios, la beca Guggenheim, el descontrol con las drogas, las vinculaciones con el Gobierno, las letras de cambio al profesor Piglia, el premio Noblex, el arribo a la Biblioteca Nacional, la unificación de Mecánica Cuántica y Teoría de la Relatividad General que logro en mi penúltima obra Περὶ φύσεως, el Dominio Definitivo del Universo. Sí, la obra de C.C. marcó una época, aunque dudo que tenga hoy mayor interés que el historiográfico. Pasada la furibunda juventud, en la edad intermedia que la separó de mi actual madurez, participé en la fundación de Ediciones del Trinche, como todos saben, uno de mis éxitos superlativos. Allí volvimos a publicar parte de su obra –que había sido dada a conocer en formato virtual en un principio– por vez primera en forma de libro más o menos hecho y derecho. La verdad que yo no lo volví a tratar, sus nuevas obras me llegaban por debajo de la puerta, en e-mails de procedencia incierta, en forma de meteoros o bólidos celestes. Sé bien que la confusión general ha sido mi mejor aliado en toda mi larga carrera, pero aprovecho esta invitación para negar la difamación que lo señala al destacado escritor que homenajeamos como al autor de mi obra. De la misma manera puedo decirle a mi público de la Ciudad Autónoma de Bs. As. que yo no soy el ghostwriter que se guarece detrás del nikname Manuel Di Leo, el público cordobés debe entender que no soy yo María García, Marcelo Neyra ni Máximo Corky. Espero que también comprenda mi lejano público del Cuyo que no es de mi molde la obra firmada por Luciano Fumero, X³, Yo Ana López, Juan Terranova. También es falso lo de nuestra sonada relación sentimental homoerótica. Soy un hombre casado ante Dios. Pessoa is dead.     

 

Luciano García B

Publicado en Nación Apache, 4 de diciembre de 2012

Catálogo


Carlos Cavallo


Mate

El oficio de escribir duro
La razón de mi diva
Europa 15
El payador paranoico -y otros
Por un texto así
Narranadas
Cómo romper un vínculo
Perdón Borges
La verdad sobre la balsa
La jouissance peronista

Luciano García

La máquina de coser paraguas

El cuerpo, excepto
Impertenencias
Vida de un payaso muerto
Poses de ausente
Mi vida fascista y yo
Omar Viñole, antiescritor y antifilósofo

María García


Las extranias
Fantasticario
Un sexo, el sexo


X al cubo

Dios es argentino
La ruptura del dolor
El Antilíder


Javier Fernández Paupy

El último cíber
Un agujero lleno de basura

Gustavo Calandra

Barricada
La mística invicta

Johanna López Santos

Nimo... descuidos de un creador

Marcelo Neyra

Instrucciones para plastificar un baño

Ernesto Gallo

La libido disfrazada de anafe

Leandro Alva

El maxilar de Gardel

Rolando Pérez

Pinchus

Enrique Quinteros

Yo era César Aira

Ezequiel González

Filosofía menor y petisa

Lux Lindner

Notas para una argentinística y otras páginas

Cai Olagán Ruci

Adaptarse o Pérez ser
Un 5 mejor que d10s
Jorgito Tamagno
Pérez vuelve