Antinovela y antipoesía de
un antifilósofo antiartista
(Uuuffff…)
El plagio en flor y. El chiste malo, el viejo, y el
ininteligible. A flor de labios –a flor de plagios–: la estupidez: lo que
siempre triunfa del mundo: imbecilidad, idiotez –“oigo voces” (María García): “slogans
a lo ganso”: salidos de la literatura, de la televisión, de la facultad o
de la –mal llamada– calle. Al garete –al vicio, decía una novia cordobesa–:
dirigiendo lo in digesto: carteles. Se empieza leyendo carteles en la calle –1º
grado– y se acaba: lo mismo: leyendo la literatura, la tradición como carteles –¡crueles!
¡la propaganda manda!–. Un cambalache de saldos y usados –hogar de huérfanos–:
hartazgo de gastadas referencias literarias, las que demasiado evidentes, las
que en demasía cifradas. Y el peor de los vicios, que no es la masturbación
¡sino la alegoría! “Todo el tiempo vivo
en éctasis”: ¡la masturbación de la alegoría! La antipoesía de la
antinovela de Carlitos Cavallo es una vil excusa –“plagiar para poder decirlo”– de su antifilosofía. Suma de degeneraciones
para encontrar –¡por fin!– en ese género su posibilidad generacional (cómo
escribir el presente de la
antifilosofía: “a esto lo estoy
escribiendo Ayer, Carnap d’hijo”). Como bien lo barruntó rebuznando Ricardo
Sudares, el método del discurso cavallístico no era el de no escribir –bien que
estos para-textos lo muestran: que “el
texto entuavía no fue escrito” (plagio y anacronismo por otra parte)– sino
el de no leer. El pastiche-parodia como imposibilidad de la crítica abren en
este “heterónimo vivo de un escritor
no-existente” las posibilidades factibles del presente generacional-local
(barrial) del género antifilosófico. Para muestras basta un botón.
Luciano Fumero (Pseudo)
“Noverdades aliterarias: C. A. Cavallo, La vida no tiene importancia”,
Sentimiento Charrúa nº 53 p. 14, feb. 2005.