FANTASTICARIO
María García
Un monstruo aborigen de las cloacas de la fisiología autoral fuerza a escribir a una narradora que no disminuye con su imaginación-delivery: madres narcos o bolivianas sustitutas de japonesas, chamanes que cuentan a su grey el futuro histórico acontecido, enfermas criaturas teológicas o hembras en sobrenatural estado salvaje, hidalgos que viajan por la máquina del tiempo montados al rocín, coreanas que expelen sustancias verdes, lovers venusinos que simulan identidad terrestre y genoma telúrico mientras El Malo y su universal contendiente se topan en un pub viendo un partido del Manchester United FC minutos o páginas antes de que una parejita de metrosexuales gays, marchands de renombre, adquieran en un apartamento neoyorquino un inverosímil pero casi omnipotente espejo que creen fue propiedad de aquel prodigioso dandy irlandés bautizado Oscar Wilde.
«Eso buscaba Casanova, la emoción de la conquista; cuando consumaba, se aburría y se iba para otro lado. Eso creía yo que hacía cuando escribía, al menos hasta que acepté los hechos tal y como son: mantener al lector en el puño, levantarlo lo más arriba posible y después soltarlo para que se deslice solo en las corrientes de aire que yo misma creara o en el vacío más vacío: la incomprensión, mutismo ante lo que no se entiende, mi fracaso.»