Ediciones del trinche, hace años que
viene trabajando en secreto desde Rosario, capital de la nada, y sacando una
inmensa cantidad de libros de poemas, ensayos, novelas y cuentos, editando
autores de Córdoba, Rosario, Mendoza, Capital Federal y Temperley.
Este libro de Luciano García, Mi Vida Fascista y Yo, es un largo soliloquio, sobre escribir. Sobre lo más difícil, que en realidad no es escribir, eso lo puede hacer hasta un algoritmo, sino, que lo más difícil es entrar a la pomada. ¿Existe ese jet set? ¿Qué es? ¿Un grupo de chetos recibidos que dicen qué existe y qué no? ¿Jubiladas que sólo leen en oficial y las novedades que les regalan desde editoriales españolas que traducen como el “coño”?; allá ellos. García, propone lo más difícil, buscar un estilo. Si Casas recomendaba copiar a los que te llegan al alma, García trabaja mejor, y no escribe para los likes de Palermo Soho (¿existe esto?). El trabajo de la escritura no es otro trabajo que trabajar sobre Dalmiro Sáenz, que decía qué incómodo escribir sobre uno mismo, se le acalambra a uno la mano. Uno escribe porque hay que volver, con mejores argumentos, y más fuerte también, así te recago a trompadas. Así que ya sabe, mientras usted lea, con la otra mano use su mancuerna. Siempre hay que esperar una Revancha. Hay ese aire en todo el libro. Un olor a novela inconclusa como decía Macedonio, que nadie nunca entendió. El autor, o esa voz, va comentando temas, como el hallazgo de Internet: “desde que puse Internet en mi casa –escribe (o para el caso: piensa)– no necesito saber nada. Se acabó el sistema del saber para mí. Una suerte. Me liberé del funesto peso de la memoria. Me basta con entrar a Explorer”..., el mudar la biblioteca, una vida que se va comentando, mientras no pasa nada más que uno mismo. Si como dijo Barthes el texto ya fue escrito “Lo que yo tengo que hacer es inventar al autor de mi Obra”. Es un texto que pide ser literario: “tengo nostalgias del lector, no me condenen a escribir en Facebook por favor”. ¿Por qué se escribe? ¿Por qué sacrificar una vida a la lectura y a la escritura? Ser póstumo. Pero disfrutarlo en la vida:
“¿Quería que me quisieran? Qué absurdo. ¡Si ya me querían! No había que hacer nada para eso. O bien: otra cosa, claro. Cualquier otra cosa hubiera bastado: ser baterista pop, modelo de ropa interior, poner maxikioscos, estudiar diseño gráfico y jugar los domingos en la liga de Provincial, ir a la facultad de abogacía y publicar un par de libros en la editorial del pueblo corregidos en algún taller literario del momento, trabajar, hacer deportes, hablar de fútbol y perseguir mujeres.”
Dalmiro Sáenz decía que lo que hay que tener en el futuro, además de obra, es un agente. Porque hay tantos, que la cosa está en cómo se entra al ágora.
“Aprender a no escribir es la nueva disciplina en la que estoy, que se divide en dos ramas: aprender a publicar y aprender a no publicar.”
Hay que escribir, parece que nos dice García, para dejar de hacerlo.
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